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Lesión de la Sustancia Blanca (Leucoaraiosis): En una resonancia magnética, se ven como manchas o áreas blanquecinas. Representan la desmielinización y la pérdida de integridad de los “cables” que conectan diferentes áreas del cerebro. Esto ralentiza la velocidad de procesamiento mental y altera la función ejecutiva.
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Atrofia Cerebral: La falta de riego sanguíneo adecuado y la muerte neuronal constante provocan una pérdida progresiva de volumen cerebral (atrofia), afectando especialmente a zonas críticas para la memoria (como el hipocampo) y la función ejecutiva.
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Demencia Vascular: Es la consecuencia más directa. Es el resultado de múltiples infartos (grandes o pequeños) que interrumpen las redes neuronales. El declive cognitivo suele ser escalonado y predominan problemas como la lentitud de pensamiento, alteraciones en la marcha y disfunción ejecutiva (planificar, organizar, tomar decisiones).
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Enfermedad de Alzheimer: La hipertensión no causa directamente el Alzheimer, pero es un importante factor de riesgo modificable. Los mecanismos de daño vascular (isquemia, inflamación, disfunción de la BHE) crean un terreno fértil para que la patología amiloide y de ovillos neurofibrilares se desarrolle y progrese más rápidamente. Es muy común encontrar patología mixta (vascular + Alzheimer) en cerebros de personas con demencia.
¿Qué se puede hacer? La Buena Noticia
La clave está en que la hipertensión es prevenible y tratable. Controlarla es una de las estrategias más efectivas para prevenir la demencia.
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Detección y Control Precoz: Controlar la presión arterial desde la mediana edad (incluso desde los 40-50 años) es crucial para prevenir el daño acumulado a largo plazo. No espere a tener síntomas.
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Estilo de Vida Saludable:
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Dieta: Seguir una dieta baja en sal y rica en frutas, verduras y granos enteros (como la dieta DASH o Mediterránea).
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Ejercicio: Actividad física regular (al menos 150 min/semana de intensidad moderada).
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Peso: Mantener un peso saludable.
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Alcohol y Tabaco: Evitar el tabaco y limitar el consumo de alcohol.
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Tratamiento Farmacológico: Si los cambios en el estilo de vida no son suficientes, los medicamentos antihipertensivos (prescritos por un médico) son altamente efectivos para reducir la presión y, con ello, el riesgo de deterioro cognitivo y demencia.
En resumen: La hipertensión arterial daña el cerebro de forma silenciosa mediante un ataque constante y multifacético: debilita y estrecha los vasos sanguíneos, provoca microinfartos, rompe la barrera protectora del cerebro y desata inflamación. Este daño acumulado durante años destruye la estructura y las conexiones cerebrales, allanando el camino para la demencia vascular y potenciando la enfermedad de Alzheimer. Controlar la presión arterial es una de las inversiones más importantes que puede hacer para proteger la salud de su cerebro a futuro.