El principal problema del humo de incienso es que, al quemarse en espacios cerrados, sus partículas pueden acumularse y ser inhaladas de manera prolongada. Esto puede provocar inflamación en los pulmones, afectar la función respiratoria y, con el tiempo, aumentar el riesgo de enfermedades crónicas como asma, bronquitis y cáncer de pulmón.
Aunque muchas personas consideran que el incienso es una alternativa inofensiva para aromatizar ambientes, es fundamental tomar precauciones. Se recomienda ventilar bien los espacios, reducir su uso y optar por alternativas más seguras, como difusores de aceites esenciales o velas sin fragancias artificiales.
En conclusión, aunque el incienso tiene una gran carga cultural y espiritual, su uso excesivo puede representar un riesgo para la salud. Es crucial seguir investigando sus efectos y educar a la población sobre sus posibles consecuencias.