Estas antiguas referencias apuntan a las semillas de comino negro, que también fueron descubiertas en la tumba de Tutankamón.
A pesar de ser mencionado en escrituras religiosas como la Biblia y el Corán, la investigación exhaustiva sobre el comino negro recién comenzó hace unos cuarenta años.
Numerosos estudios, realizados en instituciones de prestigio, han explorado los notables efectos de este ingrediente.
Personajes históricos como Dioscórides, el antiguo médico, farmacólogo y botánico griego, utilizaban comino negro para tratar dolencias como migrañas y dolores de muelas.
En las culturas árabes, se la conoce como la “semilla de la bendición” y la tradición islámica atribuye al profeta Mahoma la afirmación de que las semillas de comino negro son un remedio para todas las dolencias excepto la muerte.
Esta potencia podría deberse a la compleja composición química de las semillas, que contienen más de 100 compuestos diferentes, incluyendo ácidos grasos esenciales. Si bien el aceite de comino negro se utiliza comúnmente, las propias semillas, con su sabor ligeramente picante, se emplean en diversas preparaciones culinarias.
El comino negro se elogia como un remedio natural para los trastornos autoinmunes, que a menudo implican que el sistema inmunológico ataca al cuerpo.