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Lavar y cortar las fresas: quitá el tallo verde y cortalas en mitades o cuartos si son grandes.
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Macerar: colocá las fresas en una olla con el azúcar y el jugo de limón. Mezclá bien y dejá reposar entre 30 minutos y 1 hora (o incluso toda la noche en la heladera). Esto hará que suelten su jugo.
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Cocinar: llevá la olla a fuego medio. Remové hasta que el azúcar se disuelva y luego bajá el fuego. Cociná a fuego lento durante 35 a 45 minutos, removiendo de vez en cuando para que no se pegue. Si se forma espuma, podés retirarla con una cuchara.
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Textura: si te gusta más fina, podés pasarla por la batidora unos segundos. Si preferís una mermelada con trozos, dejala tal cual.
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Punto de mermelada:
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Probá con el “truco del plato frío”: colocá un poquito sobre un plato frío, esperá unos segundos y pasá el dedo. Si se arruga o queda firme, está lista.
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Envasado:
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Verté la mermelada caliente en frascos de vidrio esterilizados.
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Cerrá bien y colocá boca abajo unos minutos para crear vacío, o hacé un baño maría si querés conservarla por más tiempo.
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Consejitos:
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Si querés menos azúcar, podés usar solo 300-400 g y agregar un poquito de agar-agar o pectina natural para espesar.
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También se puede aromatizar con vainilla, canela o un toque de jengibre si te gusta experimentar.
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Dura varias semanas en la heladera, o hasta 1 año si la conservás al vacío correctamente.