1. Infusioná la leche:
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En una olla, calentá la leche con la canela (y cáscara o nuez moscada si usás).
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Cuando empiece a hervir, apagá el fuego, sacá la canela y dejá entibiar.
2. Batí los huevos y azúcar:
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En un bowl, batí los huevos con el azúcar hasta integrar.
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Agregá la esencia de vainilla.
3. Uní con la leche:
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Agregá la leche ya tibia poco a poco a la mezcla de huevos, batiendo suavemente.
4. Colá la mezcla:
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Para que quede bien lisa, colala antes de verter en moldes.
5. Horneá:
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Verté la mezcla en moldes individuales o uno grande.
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Horneá a 180°C a baño María (colocando los moldes dentro de una bandeja con agua caliente).
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Cociná por 50-60 minutos, o hasta que al mover el molde el centro apenas tiemble.
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Si querés ese toque quemadito clásico, al final podés subir la temperatura o gratinar unos minutos.
6. Dejá enfriar y refrigerá:
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Enfriá a temperatura ambiente y luego llevá a la heladera unas horas.
Para servir:
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Fría o a temperatura ambiente.
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Podés espolvorear con canela o acompañar con frutas.