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Esterilizá los frascos:
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Herví los frascos y las tapas en agua durante 10 minutos.
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Dejá escurrir boca abajo sobre un paño limpio.
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Prepará los tomates:
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Lavá muy bien los tomates.
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Podés pelarlos si querés (haciéndoles un corte en cruz, sumergiéndolos unos segundos en agua hirviendo y luego en agua fría) o dejarlos con piel.
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Retirá el tallo y cualquier parte dañada.
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Envasá:
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Colocá los tomates enteros o cortados en los frascos, presionándolos suavemente para que liberen su jugo natural.
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Podés agregar una pizca de sal si querés (aprox. 1/2 cucharadita por frasco).
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Asegurate de que queden bien cubiertos con su jugo. Si falta líquido, podés agregar un poco de puré de tomate natural caliente.
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Sellá al vacío (Baño María):
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Cerrá bien los frascos.
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Colocalos en una olla grande, cubiertos completamente de agua caliente.
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Herví durante 45 minutos para frascos medianos, o 60 minutos si los frascos son grandes.
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Dejá enfriar:
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Apagá el fuego y dejá los frascos dentro hasta que el agua se enfríe.
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Luego retiralos, secá y guardá en un lugar oscuro, fresco y seco.
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Tips importantes:
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Usá tomates de buena calidad (sin golpes ni magulladuras).
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Siempre comprobá que los frascos hayan hecho el “vacío” (la tapa no debe hundirse al presionar).
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Una vez abiertos, conservá en la heladera y consumí en unos días.
Variante rápida:
También podés triturar los tomates frescos, envasarlos en caliente y pasteurizarlos igual para tener tomate triturado natural listo para salsas, guisos o sopas durante años.