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Preparar las fresas: Lava bien las fresas, quita las hojas y córtalas en trozos pequeños. Luego, colócalas en una cacerola y cocina a fuego medio con una cucharada de azúcar (si usas azúcar) durante unos 5-10 minutos, hasta que las fresas se ablanden y suelten su jugo. Tritura las fresas hasta obtener un puré y deja enfriar un poco.
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Calentar la leche: Calienta la leche en una cacerola a fuego medio. No dejes que hierva, solo caliéntala hasta que esté a punto de ebullición (aproximadamente 85°C). Retírala del fuego y deja que se enfríe a unos 40°C.
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Mezclar la gelatina (opcional): Si decides usar gelatina, hidrátala en un poco de agua fría (unos 30 ml). Luego, agrégala a la leche caliente y revuelve bien para que se disuelva completamente. Esto hará que el yogur quede más cremoso.
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Añadir el probiótico: Si estás usando un yogur natural como iniciador, agrega unas 2 cucharadas de yogur natural sin azúcar a la leche tibia y mezcla bien. Si tienes probióticos en polvo, agrégales y mezcla. La leche debe estar tibia, no caliente, para que las bacterias del yogur no se mueran.
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Mezclar el puré de fresas: Añade el puré de fresas ya enfriado a la mezcla de leche y yogur (o probióticos). Remueve bien para que todo se combine.
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Fermentar: Vierte la mezcla en frascos o en un recipiente grande y cúbrelo con una tapa o un paño limpio. Colócalo en un lugar cálido, como dentro de un horno apagado o cerca de una estufa, durante 6-12 horas. El tiempo de fermentación depende de la temperatura ambiente y de la intensidad que desees en el sabor del yogur.
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Refrigerar: Una vez transcurrido el tiempo de fermentación, refrigera el yogur durante al menos 3 horas antes de consumirlo. Esto ayudará a que tome la textura cremosa que caracteriza al yogur.
Disfrutar:
Sirve el yogur de fresa en tazones, agrega un poco más de fresas frescas, miel, granola o lo que más te guste. ¡Listo! Ya tienes un delicioso yogur de fresa casero sin necesidad de yogurtera.
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